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Sherlock Holmes, o cuando tu hijo ficticio más odiado se vuelve casi un tulpa

Como casi todo lo que publico en este blog, esta entrada tiene que ver con una investigación para algo que estoy escribiendo. Además, es algo que le debo a mi queridísimo Sherlock Holmes, un personaje del que mientras más lees e investigas, más te enamoras. Y a mi abuelito, ya verán porqué. Así que vamos allá.

Yo era una criatura delicada y tierna que no veía ni CSI… Nah, mentira, siempre fui morbosa. Es rasgo familiar. Desde mi madre hasta mi gato. Pero esta historia comienza con mi querido abuelo (quien justamente hoy cumpliría años) y mi abuelita. Ellos eran totalmente fanáticos a las historias de misterio. El Sabueso de los Baskerville era, en opinión de ambos (y ellos rara vez coincidían) una de las mejores cosas jamás escritas en el género. Así que un día que lo pusieron en el televisor, fui para allá, pensando que me aburriría… y bueno. El enganche fue tal que me despaché cuanta serie o película inspirada en los casos de Holmes pude encontrar. De ahí salté a Agatha Christie, que me supo enganchar también.

Un día glorioso fuimos a visitar a unos amigos que se iban de la provincia. Mientras los adultos conversaban, yo me deleitaba en mi «mala crianza» favorita: revisar sin ningún complejo ni sentido de la discreción los libreros ajenos. No dejen sus libros visibles cerca de mí, no es recomendable. Ahí estaban: tres hermosos tomos gordísimos, en una letra minúscula. Todos los cuentos de Sherlock Holmes. De más está decir que les convencí de que llevarse eso para otra provincia era muy incómodo y acabé levantándome, completamente gratis, aquella joya. Mi madre me regañó, pero meh. O sea… era Sherlock. Me los leí todos y todavía hoy me los releo de vez en cuando. Lo amo. Simplemente lo amo.

Luego crecí y me dediqué a la literatura. Comenzó a interesarme menos la magia que el cómo se hace: los chismecitos sobre los autores, las historias locas de dónde surgen las ideas, las obsesiones raras, los métodos de trabajo diversos… Enterarme de que Conan Doyle ODIABA A MUERTE a su personaje más icónico fue épico, pero darme cuenta de que el karma hizo que dicho personaje se volviera una especie de maldito tulpa es sin dudas de lo mejor que me ha pasado en la vida. Ah, no entienden a qué me refiero. Bien, vamos a explicarles ese tema en breve. Pero primero, exploremos algunas de las más interesantes curiosidades sobre Sir Arthur Conan Doyle, Sherlock, y otras figuras de la época.

Algunos chismecitos literarios

Doyle mató a Sherlock Holmes en una historia, pero tuvo que resucitarlo debido a la presión pública. Empecemos por esta, que es ya muy conocida. La historia se titula El problema final, publicada originalmente en 1893 en la revista Strand Magazine. El archienemigo de Holmes, el profesor Moriarty, lo empuja a su muerte en las cataratas de Reichenbach en Suiza. Resulta que Doyle no quería seguir escribiendo historias de Sherlock Holmes, pues lo consideraba un personaje menor en su carrera como escritor. Y mira, odiar tanto a quien te da la fama es un poco hijuepta, pero quiénes somos nosotros para juzgar. El público, que sí lo tenía clarísimo, armó tal jaleo que Sir Arthur tuvo que ponerse para la cosa y escribir más historias. Lo resucitó en La casa vacía, que fue publicada en 1903.

Sherlock era real. Bueno, no tan así, pero sí existió un hombre en quien Sir Arthur se basó: el Dr. Joseph Bell. Bell era un profesor de medicina y un cirujano notable en el Hospital Real de Edimburgo. Se destacó por su habilidad para hacer deducciones precisas sobre sus pacientes, basadas en pequeñas pistas y detalles observables en su aspecto físico y comportamiento. El hombre era capaz de llegar a conclusiones sorprendentes sobre la profesión, el origen y los hábitos de vida de sus pacientes con solo unos pocos minutos de observación. A ver a quién nos recuerda.

En el cuento «El problema final», Holmes dice lo siguiente: «La realidad, Watson, supera con creces a la fantasía, y la naturaleza humana ha sido estudiada de forma tan exhaustiva que no queda espacio para lo sobrenatural. No hay nada en la Tierra que no tenga una explicación racional si se la busca con suficiente atención.» Sin embargo, y a pesar de haber escrito al personaje más racional que uno pueda imaginarse, Doyle era espiritista. Su interés en el espiritismo comenzó después de la muerte de su hijo en la Primera Guerra Mundial. Para que vean cuánto puede cambiar uno.

Creo que dejar fuera al Dr. Watson, fiel amigo y escriba, es el colmo de la traición…

Por cierto, de ahí nace su gran bronca con Houdini. Doyle fue amigo cercano del escapista y mago Harry Houdini, pero tuvieron una tremenda bronca pues Doyle era un ferviente creyente en la posibilidad de comunicarse con los muertos a través de médiums y otros medios sobrenaturales, mientras que Houdini, aunque también espiritista, era un escéptico de estas prácticas y se dedicaba a desacreditar a los médiums. Supongo que es difícil engañar a un escapista pro. La cosa se fue a la porra cuando Doyle afirmó que lo que Houdini hacía era sobrenatural (de verdad, vamos) mientras que el otro se sintió ofendido porque venga, con el trabajo que pasaba en planear sus trucos, cómo va a venir este a decir que es magia. Y otras cosas más. Puro chisme y brete de celebridades.

El hombre hacía algunos trabajitos de «detective» en la vida real. Se cuenta que escribió una carta abierta a la prensa defendiendo la inocencia de un hombre acusado injustamente de asesinato, y finalmente se vio que tenía razón y lo soltaron. También, durante la Primera Guerra Mundial, Doyle ayudó a la policía británica a investigar a los espías alemanes que operaban en el Reino Unido. Y luego, claro, está el asunto con Agatha…

Y ya hablé una vez acerca de la desaparición y posible juego sucio de Agatha Christie, y si no lo han leído vengan acá. Doyle fue muy amigo de la famosa autora, incluso se cree que ella lo usó para crear su icónico personaje de Hercule Poirot. Después de la desaparición de Agatha Christie en 1926, Doyle se unió a una búsqueda pública para encontrarla y ofreció su propia teoría sobre lo que le había sucedido. Baste saber que agarró un guante de la autora y se la llevó a los mediums de marras para que la rastrearan en el Más Allá, pero resultó que la señora estaba muy en el Más Acá, vivita y coleando. Tallas super turbias.

Sherlock Holmes se ha vuelto real

Ha habido tantos Sherlocks…

Aquí llegamos a lo mejor del tema. En el contexto de la fantasía, decimos que un tulpa es una criatura o entidad creada a partir de la fuerza de la imaginación y la concentración mental de una persona o grupo de personas. En otras palabras, un tulpa es una especie de constructo mental generado por la voluntad humana. El concepto viene del budismo tibetano, pero en nuestra cultura popular lo hemos usado muchísimo. Para mí, Sherlock es eso.

Como escritora, no aspiro a ganarme un Nobel. Sería muy fuerte que se lo dieran a un cubano, y más fuerte aun que ese cubano fuera yo. Mi única aspiración es crear a alguien tan maravilloso que salga de las páginas y se enquiste a tal profundidad en el cerebro de la gente, hasta el punto de que sea tan real como ellos mismos. En Cuba, hay que ver la cara que ponen muchos adultos cuando les recuerdan que Elpidio Valdés no es real.

Sherlock se ha vuelto real. A ver quién de ustedes habla de «cuentos de Conan Doyle». No, hombre, decimos «de Sherlock». Cuando citamos alguna de sus famosas frases no decimos «como decía Conan Doyle», que es básicamente lo que hacemos con muchísimos autores que también han hablado por boca de sus personajes. Decimos «como diría Sherlock Holmes». A veces un personaje cobra vida. Hablando de Agatha Christie, por ejemplo, sabemos que Poirot fue el primer personaje literario ficticio en tener su obituario en el New York Times, cuando la autora decidió acabar con él en la historia Telón.

Obituario de Hercule Poirot

Creo que por eso era que su padre lo odiaba tan a lo Frankestein: el miedo y asco hacia tu propia creación que cobra vida. Conan Doyle vio con horror que un personaje al que consideraba inferior, sería su mayor legado. Imagino su cara el día en que admitió, finalmente, que el nombre de Sherlock Holmes encallaría en la cultura mucho más que el suyo propio. Por eso intentó matarlo. Solo puedo imaginar lo que sintió cuando tuvo que revivirlo. Es muy fuerte que tu creación se te escape de las manos tan totalmente, que le pertenezca al mundo más que a ti.

Sir Arthur lo odiaba.

Yo vendería mi alma mañana mismo por eso.

Felizzz.

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