Fin de ciclo (cuento)

(El VadeReto de Octubre viene interesante. No solo es el amigo JascNet quien ama el otoño 😉 Aquí está mi aporte, la imagen es de Simon Bond)

Por fin estaba acabando octubre. Ernesto comenzaba a respirar un poco, pues la tormenta pasaría pronto y todo volvería a su cauce. Daba gusto ver a Lucía florecer una vez que todo pasaba. Era un ciclo que iba casi al contrario del de la naturaleza: se iluminaba de pronto en noviembre, apenas el miedo pasaba; estaba resplandeciente el resto del otoño y todo el invierno, alcanzaba una especie de estado de calma en primavera. Comenzaba a decaer en verano. Septiembre era un mes de mal humor y discusiones constantes. Octubre era para el silencio casi absoluto.

La joven caminaba como un fantasma por la casa y se iba apagando conforme pasaban los días y se acercaba el final del mes. Para el Día de Muertos era una sombra de sí misma y Ernesto tenía que sacar los antidepresivos, al menos hasta que pasara la noche. Y luego, vuelta a empezar. Lucía llevaba así cinco años, sufriendo octubre como quien espera una sentencia de muerte. Pero Ernesto la amaba y, aunque no la entendía, esperaba en vela con ella a que el amanecer del primero de noviembre le devolviera las ganas de vivir.

Lucía tenía un secreto. Todo el mundo tiene un secreto, pero el suyo involucraba cosas muy turbias. Y con cada año que pasaba sentía más inexorable el momento en que todo explotaría como una pompa de jabón.

Había sido, por supuesto, después de que aquella balsa atiborrada se estrellara contra los arrecifes y los guardacostas pudieran salvar solo a tres o cuatro. Ella era quien había insistido, día y noche, sin descanso, hasta que él había aceptado ir con ella. Lucía fue una de las sobrevivientes, pero de su novio nadie volvió a saber. Ni siquiera recuperaron el cuerpo. De repente, su sueño dejó de ser tocar como fuera la costa de aquel otro país. Pasó una época oscura, intentó suicidarse un par de veces, pero sobrevivió, como si la vida estuviera aferrada y no la quisiera soltar. Eventualmente su ángulo cambió.

Consultó a todos los científicos de todas las ramas posibles, y lo más generoso que obtuvo fue una invitación al psiquiátrico. Habló con los guías espirituales de todas las religiones que conocía, pero nadie vio con buenos ojos su pregunta. Todos le recomendaban resignarse, y ella no podía: la respuesta tenía que existir y ella tenía que encontrarla. Finalmente, el día de Samhein, cinco años atrás, puso en práctica la única respuesta coherente que había recibido. Era un ritual del que no se sentía muy orgullosa, en el que tuvo que derramar sangre de seres mucho más inocentes que ella, con quienes todavía soñaba en las noches de vergüenza. Pero lo había hecho.

Esa noche un ser sin rostro apareció en su cuarto y le preguntó qué quería. Tenía derecho a un único deseo, pero con las condiciones impuestas por aquella cosa de figura vomitiva. Ella lo tenía preparado, y lo creía inexpugnable, pero el ser no llevaba milenios en eso por gusto.

—Tendrás lo que pides, pero no para siempre. No puedo quitarle la vida al que vida le di, pero una noche como esta vendré a buscarte. Tu vida por su vida, tu alma por su alma.  

—Estoy de acuerdo —había dicho ella, complacida.

En ese momento tocaron la puerta y Ernesto regresó a sus brazos, joven y hermoso como siempre, sin la menor idea de lo que le había sucedido.

No fue hasta que pasó un año entero y llegó la noche de Samhein que supo el error que había cometido: no había preguntado la fecha. No sabía cuándo vendría el habitante del otro mundo a tomar su vida, no sabía en qué año sería el fin de su felicidad. Y era feliz: Ernesto había regresado mejor que nunca, como si su estancia en el mundo de las sombras lo hubiera limpiado para ella. Su perfección quizás era lo que más le dolía. No podía olvidar las cosas que había hecho para obtenerlo de vuelta, ni el hecho de que lo volvería a perder. Por eso octubre era el mes del terror, y cada primero de noviembre respiraba profundo y se preparaba para disfrutar ese nuevo año que le habían concedido.

Desde el techo, el ser del otro mundo observaba todo lo que sucedía. Cualquiera pensaría que estaba feliz, pero nada que ver. Aquello era como tenía que ser, y durante al menos diez mil años se repetiría el bucle. Con un suspiro, el ser bajó la burbuja de cristal en que Lucía purgaba sus pecados, y levantó la otra: aquella en la que era Ernesto quien la veía entrar por la puerta una noche de Samhein y sufría sabiendo que la volvería a perder.

8 comentarios sobre “Fin de ciclo (cuento)

  1. Preciosísimo, María Jesús.
    Una historia desgarradora de amor imposible, contada con una dulzura bellísima que no deja esconder el dolor que transmite.
    Además, tratas un tema que llega muy profundo: «De repente, su sueño dejó de ser tocar como fuera la costa de aquel otro país». Cuánta necesidad de comprender estos sentimientos.
    El final, con ese juego de las burbujas de cristal, es fantástico y trascendental. Al final, ambos amantes dependen del antojo de ese destino que les alterna el amor y el sufrimiento. «Cualquiera pensaría que estaba feliz, pero nada que ver. Aquello era como tenía que ser». El inexorable y persistente destino.
    El terror parece soslayado, sin embargo, se puede sentir en la pérdida del ser amado, los crímenes por recuperarlo, la inutilidad de huir del destino y la desesperante espera al momento de rendir cuentas.
    Me encantó. Felicidades.
    Gracias por regalarnos este bellísimo cuento.
    Un abrazo.

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  2. Hola María , un bello relato pero con un triste final , y es que muchas veces hay que tener mucho cuidado con lo que deseas y más a quien se lo pides.
    Yo también participó en vadereto.
    Saludos de flor.

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  3. Hola Maria, un relato precioso, tierno pero con un final triste.
    Los pactos con el demonio nunca son buenos.
    Te deseo una feliz tarde, saludos de flor.
    Yo también participó en el vadereto.

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